UNA SEMANA ORIENTAL

Quisiera repasar aquí una semana que pasó con triple visita proviniente del lado charrúa de nuestro río marrón. Si, en menos de cuatro días de fines de octubre, nos visitaron los amigos y colegas: H. Carmichael, el Gordo Mario y el S. Rocanrol. La verdad, cuesta pensar qué tienen en común estos tres seres (aparte de que viven en el Uruguay pero no son amigos entre sí) y creo que algo sí tienen: a pesar de que las huellas de su talento pueden encontrarse con algún esfuerzo por ahí, su existencia (la corporal) es apenas verificable, errática, casi improbable. Veamos porqué...

Un regalito para La Productora de parte del Gordo Mario.

H. Carmichael, como decirlo, es un uruguayo nato pero... Tiene todas las características que hacen del oriental promedio gente querible: es respetuoso y civilizado, decente y trabajador, amigo noble y de gestos sencillos pero contundentes y sus palabras son siempre breves y justas. Pero en su caso particular habría que agregarle una nota que lo hace único: bon vivant misterioso, mujeriego infatigable y de deambular esquivo, tal parece que Carmichael ha logrado conjurar sus traumas con las féminas y la vida a través de "Me dijo que se llamaba Uli", un maravilloso libelo hasta hace poco inconseguible en Argentina pero que finalmente ha tenido un edición local gracias al sello cordobés Llanto de Mudo traducida por otro oriental de nombre Gonzalo Castagnin. Atrévanse a buscar y leer esta joya de la literatura uruguaya, no se van a arrepentir.

Una de las pocas fotos que se conocen de H. Carmichael y la portada de su misterioso libro "Me dijo que se llamaba Uli".

El caso del artista uruguayo más lumpen y gentil conocido por todos como el Gordo Mario, también es interesante. Personaje muy querido por toda la hueste historietística latinoamericana, este gurí mezcla extraña de Julio Herrera y Reissig y Luca Prodan se llama en realidad Mario Martínez y es natural de Santa Catalina, pueblito del departamento oriental de Soriano. Se dió a conocer con dos hermosas revistas antológicas "Aguardá el auto" e "Inconexo/Inconexa", ambas llevan el sello inconfundible del Gordo Mario, un tipo que sabe contar historietas breves con lo mínimos recursos y haciendo gala de una versatilidad y plasticidad poco comunes. El otro día apareció de golpe por Morón con el cuento de que una señorita de nombre Romina lo había tentado a cruzar el charco y de paso probarse para algún conchabo dibujístico. ¡Suerte, Gordo!

El Gordo Mario con Gervasio en el cuartel elepé. Al lado, una portada de Aguarda el auto!

El tercer caso que nos ocupa, el de Agustín Osvaldo Cafferata Espina, más conocido como el Señor Rocanrol, es un caso complicado. En realidad no es uruguayo, nació en Argentina pero desde su más tierna edad vive en la Banda Oriental previo paso preadolecente por tierras venezolanas. Es dibujante de historietas, poeta, pintor y músico pero ante todo Agustín es un aventurero desbocado capaz de seguir los pasos de una mujer hasta París o buscar a su padre en Bariloche, pero siempre volviendo a su hogar en Durazno donde sabe que lo espera un mate y un lugar donde caer. Hace unas bellas canciones con que nos aturde cada vez que viene a Morón, fue cantante de los Saturno Dandys (banda oriental que tocó en el festival internacional Pilsen -Rock) y hace unas minirevistas muy lindas y difíciles de conseguir (a veces frente a centro Pompidou, otras en alguna calle montevideana). Pero no se preocupen, en cualquier momento ya sabrán mejor de él, porque si no lo encuentra la fama el va a saberla encontrar.

Un personaje del Sr. Rocanrol. Al lado, el artista y su peculiar ayudante (¿cuál es cuál?) junto a un mural suyo que viste las paredes de un hostel porteño.

En fin, esto tres tipos, además de ser buenos amigos de esta casa, son la mar de talentosos; por eso pensé que era justo festejar la coincidencia y de paso contarles quiénes son. Ojalá puedan Uds. mismos verificar con sus ojos su existencia o la de su obra por cualquiera de esos senderos extraños a los que tiene acostumbrados la historieta independiente. Hasta la vista.

Abrazos,
Cristian