Los días en la ruta en el Béarn y el País Vasco.
Bueno, una vez concluídas las Jornadas de Orthez organizadas por la Asociación Ex Abrupto (ver los archivos de enero) nos largamos a las auto-rutas europeas con Thomas Dassance al volante. Nuestro primer destino fue la hermosa ciudad de Pau donde nos topamos por primera vez con una librarie (las comiquerías de allá), Bachi-bouzouk; el nombre alude al famoso insulto del capitán Haddock de Tintín. La verdad, fue como entrar al paraíso. Había allí solo historieta europea, kilos y kilos, todos los libros de Nicolas De Crecy, tomos así de gordos de Tardi, un poster del Corto Maltés por allá, tarjetas de Bilal por acá. Una maravilla, encima el local tenía un fondo con más historietas; claro, también tanta historieta trae el problema de la hiperproducción. El año pasado se editaron casi 4.500 títulos, una locura. Por supuesto la fiebre del manga llegó también a esas costas y la solución que encontraron algunas libraries fue poner directamente un local adyacente, tal el caso de Bachi-bouzouk. Los días en Pau, balcón alucinante a los Pirineos, fueron hermosos gracias a los amigos Antoine y Claire Dassance, Gael Gouvet y Mathieu Chollet, este último guía de montaña, quien nos hizo escalar el Le Casque du Lhéris en la región de La Bigorre. Gracias, amigos.
Con los Hnos. Dasance y Mathieu en la ascención al Le Casque du Lhéris (1600 mts de alt.)
De allí nos fuimos a la otra punta de la región y paramos frente a las colinas de Betharram, famosas por haber aparecido en sus grutas una virgen, tiempo antes de lo de Lourdes. Pasamos allí una noche (de las más frías) en casa de Arnaud y Crystelle (más amigos de Tomás) en una vieja casona del siglo XV que pronto se convertirá en hostería de anticuario, una rareza. Gracias, chicos; también al Mongui que nos hizo el aguante. Luego, y a instancias de Franck Barrucq, amigazo y maestro de escuela, fuimos a dar una charla a la escuela rural de Peguilhan. Aquí vivimos uno de los picos emotivos del viaje pues, como se sabe, los niños del campo tienen -sean del campo que sean- esa inocencia a flor de piel que a uno lo arrasa cuando sabe llegarles. Este fue el caso, pues a poco de comenzar a responder las preguntas que los chicos nos hacía practicando su candoroso castellano, las patitas se nos doblaban y hasta terminamos cantándoles el "Duerme, duerme, negrito" de Atahualpa Yupanqui. Tremendo. Después pasamos unos días en casa de Franck y Arantxa en una colina de L'Isle en Dodon, en plena campiña francesa, donde descubrimos una asombrosa historieta 3D de uno que va para ser de los grandes: Marc-Antoine Mathieu. Gracias, Arantxa y Franck, por tanta calidez y hospitalidad.
En la escuelita rural de Peguilhan. Y con Frank Barrucq en L'Isle en Dodon.
De vuelta en dirección a Orthez, hacia el Atlántico seguimos de largo con rumbo al París Vasco. Esta parte del periplo fue nuestro viaje -el de Carlos y mío- de retorno a los ancestros. Aón halló la vieja casa de sus tatarabuelos en Cambo Les Bains y yo cruzando la frontera, del lado español en Eíbar creí encontrar lo mismo. Pero no. Allí Franco hizo su tarea y poco y nada ha quedado de la vieja huella de los Mallea, caballeros poderosos de la España de Carlos V. Apenas hay hoy una barriada aledaña llena de calles con el apellido y poco más. Así que fue bueno también al final, mejor es mi historia aquí, mi familia hecha de indios y criollos en mi querida San Juan desde su fundación. Por suerte, en el medio visitamos a los Dassances mayores, la abuela de Tom y su tío, el gran Otto Pierre, quien nos recibió en la puerta de su castillo con los brazos extendidos y diciendo una bienvenida en perfecto castellano. ¡Cómo comimos ese día! Fue bueno estar en País Vasco.
Con el Otto Pierre en Ustaritz y la despedida con Lusette Dassance.
De allí volvimos a Orthez, donde nos despedimos de esa gran familia que son los Dassance. Gracias Lusette y Robert, gracias por todo. En la próxima, les cuento los días en la bella ciudad de Toulouse, hogar de nuestros colegas y amigos de La Toile. Hasta pronto,
Cristian